"Es el
momento más bonito, más relajante, lo disfruto muchísimo, el mejor del día, me
encanta ver sus caras a esas horas....". Seamos realistas: contar un
cuento, inventado o leído, a las 9 de la noche, después de correr para
bañarles, darles la cena, ponerles los pijamas, hacer tu cena, tú a medio
duchar, con dolor de cabeza, estrés y hambre no es el momento más
relajante que conozco. Si yo me tumbo en sus camas a esa hora, los que tienen
que contar el cuento son ellos a mi.
Por eso
pido, a nivel mundial, que se instaure otra hora como "la hora del
cuento".
Cuando al día siguiente lo pienso, me siento culpable de no haberles contado otro tipo de cuento más elaborado y de no habérselo contado más largo y de tener aún sin abrir ese libro tan bonito que les trajeron los Reyes Magos, pero a esas horas, no soy persona.
Ello lo piden desde que son bebés, ya es una rutina interiorizada e instaurada que les encanta pero, o les acuesto a las 7 y repasamos las obras completas de Oliver Jeffers a esa hora o no llego despierta a apoyarme en su almohada.
Quizá soy yo, porque al padre astronauta sí que le veo entregado, sea la hora que sea en la mini cama, sacando los pies por fuera y en una postura imposible, contando una historia coherente, con personajes protagonistas, antagonistas, corales y escenarios terroríficos..... (Quizá influya que en esta casa vivamos de su imaginación).
Los sábados, a las 10 de la mañana puede ser buena hora :)
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