Decidimos pasar el puente en Santander. Por fin salíamos unos días de los correquenollego, vamosqueesmuytarde, corriendoalsuperquenohaycena y mañanateniasquellevarungorrodereno??Tres días para disfrutar de los cuatro, sin prisas, desayuno buffet y todo el tiempo del mundo sin nada que hacer. Maravilloso.
Pero, ay madre, se nos olvidaba que el norte no da
tregua, que Santander no es verde porque sí y que aunque haya playa no es
necesario meter el bañador (aunque dos que yo me sé terminaran saltando las
olas). Tres días donde no se abriría un claro en el cielo y donde no íbamos a
poder cerrar el paraguas pero, oye, no nos importaba en absoluto.
La primera parada, llegar al hotel con dos carros,
dos maletas, bolsas de comida, bolsa de juguetes y la lluvia que no cesa. Papá
astronauta en taxi al hotel cargadito hasta arriba y mamá astronauta, con los
infantes en el autobús, uno que nos dejase medianamente cerca, que se viera el
hotel, por lo menos delejos. No pedíamos más. Llegamos bien.
Salimos de paseo. somos así de osados. Llovía tanto
que vimos el mar de refilón y nos fuimos buscando un techo bajo el que
cobijarnos y, ay qué lástima, bares y bares llenos de pinchos exquisitos con
sitio para los 4 astronautas. Así que probamos todos y cada uno de ellos y
cuando escampó seguimos el paseo. Mercado navideño frente al Hotel Bahía, pista
de patinaje y tiovivos... el paraíso para ellos. Cuando lo catamos todo,
directos al hotel dando un graaan paseo hasta El Sardinero.
Desayunar viendo el mar, a través de una enorme cristalera es uno de los encantos que tiene el invierno. La mañana estaba ya echada con eso y con un paseo por La Magdalena entre focas y pingüinos.
Buscando un cine encontramos cafeterías mucho más apetecibles donde enloquecer por el olor y el diseño. Así es La Gallofa.
El lunes lo reservamos para un paseo en barco, lloviera o nevase y así fue.
Descubrir La Pedreña y Somo aunque fuera desde el mar tiene un encanto especial. El agua como una balsa.
De vuelta en el tren pensaba en el estrés de la semana, en la de cosas por hacer y en que podría acostumbrarme a vivir siempre de vacaciones. Los gritos del astronauta menor pidiéndome desatado "más pavo" y los del mayor buscando su coche por todo el vagón me despertaron del dulce letargo.
Menos mal que hoy no es lunes, que faltan sólo dos semanas para Navidad y que estreno jersey....
No hay comentarios:
Publicar un comentario