miércoles, 29 de octubre de 2014

La de cosas tontas que cambian

Ayer me subí al coche de una amiga, a la parte de atrás y estuve mucho tiempo reflexionando. O ese coche era inmensamente amplio o hacía mucho tiempo que no contemplaba un coche sin sillitas en la parte trasera. Después me puse a pensar en la cantidad de cosas que cambian con los niños, cosas tontas, sin importancia, pero que poco a poco van instaurándose en nuestras vidas. 


Pinterest. Gisele Casella



Por ejemplo: ya no me salta a los ojos que una parte del salón esté llena de balones, de todos los deportes y tamaños, de todos los tipos y colores. Ya me he acostumbrado a que en cada mínimo espacio donde meta la mano haya un lápiz de colores o un trozo de galleta. La trona ya ocupa uno de los sitios principales de la mesa del salón. El dibujo hecho con celo de colores que el primer día me hizo tanta gracia porque era su primera letra mayúscula, ahí sigue. La entrada de casa es la plaza de parking del cochecito. Cuando me ducho lo tengo que hacer con los pies muy juntitos por pereza, por no quitar la bañera portátil, así que la ducha hace tiempo que dejó de ser relajante. Cada vez que enciendo el coche, corro como alma que lleva el diablo a quitar la música que haya, antes de que los astronautas se den cuenta y me hagan poner el cd completo de Miliki, Frozen o los Cantajuegos.... pero siempre son más rápidos. Así qué no me preguntéis por los hits del momento... Ya ni sé dónde se sintonizan los 40 Principales. Por no hablar de películas en casa ni las del cine... Mi nevera ya no es la misma. Los tres primeros estantes están llenos de yogures en todas sus variedades. Cremas de verduras, pavo y queso fresco. Pero estamos tan mimetizados con todo esto que preferiría que se llevasen los muebles a alguna pieza de esta pequeña revolución.

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