Teníamos muchas ganas de hacer un viaje con los niños. No somos de grandes viajes, pero sí de escapadas. Desde que nacieron las jirafas las habíamos mantenido pero dejando a los niños en la grata compañía de sus abuelos, para que se disfrutaran mutuamente, mientras nosotros escapábamos, literalmente, un par de días.
Pero ya les veíamos preparados para seguirnos el ritmo, y con edad de darse cuenta de lo que es descubrir nuevas ciudades, nuevas culturas y lugares. Vale, la jirafa pequeña todavía no, sigue siendo un poco "inconsciente", pero la jirafa mayor sí. Con sus 5 años recién cumplidos, tiene ganas de conocer mundo, y no podíamos negárselo. Viajes por España y alrededores sí, pero todavía no habían subido a un avión y se le veía con ganas.
Así que en Noviembre, empezamos a pensar en fechas y destinos y el puente de San José nos pareció perfecto: día del padre, casi en el cumple del mayor, 10º aniversario nuestro, sin ser pleno invierno y bueno, que cualquier excusa es buena para coger las maletas, el avión y volar. Y, ¿A dónde? Destino europeo, ¿Por qué? Pues porque a mí, personalmente, los destinos europeos en esta época del año me encantan: no se te va mucho tiempo en desplazamientos, idioma, horario.. .todo parecido pero diferente.
Ya íbamos acercándonos, barajamos varias: Italia, Holanda, Alemania, Portugal, Bélgica... Para nosotros Bélgica era la única totalmente desconocida, no habíamos estado nunca ninguno de los dos. También fue bastante decisivo el precio del avión. Ryanair vuela a Bruselas, mirado con tiempo salía fenomenal el billete, así que lo teníamos cada vez más claro.
Y allí que nos fuimos el 19 de Marzo, San José y día del padre. El viaje pese a ser un poco rollo porque había que combinar avión y autobús, lo hicimos bastante bien y a los niños no les resultó nada pesado.
No teníamos grandes planes, salvo pasear por la Grand-Place, tal vez ir a ver el Atomium y, en principio, queríamos ir a Brujas o Gante uno de los días.
Al final hicimos mucho más que eso, y pudimos pasar una mañana entera en el Museo de Ciencias Naturales rodeados de dinosaurios, insectos raros y peligrosos y un montón de juegos interactivos para los niños.
Antes de llegar al museo estuvimos corriendo por el Parque del Cincuentenario, donde pudimos ver el eclipse de sol, los patos del estanque y una bonita vista del barrio europeo de Bruselas.
Y no solo fuimos a ver el Atomium sino que también subimos y fuimos pasando de bola en bola por unas escaleras mecánicas en un ambiente algo futurista.
Como ya habíamos hecho un repaso por la gastronomía belga con tiempo, íbamos bien aleecionados y entonces no se nos olvidó probar los grofes, crepes, chocolates belgas ni los típicos cucuruchos de patatas fritas sentados en un banquito de algunas de sus muchas y preciosas plazas. ¡Tampoco faltaron los moules frites!
Y allí que nos fuimos el 19 de Marzo, San José y día del padre. El viaje pese a ser un poco rollo porque había que combinar avión y autobús, lo hicimos bastante bien y a los niños no les resultó nada pesado.
No teníamos grandes planes, salvo pasear por la Grand-Place, tal vez ir a ver el Atomium y, en principio, queríamos ir a Brujas o Gante uno de los días.
Al final hicimos mucho más que eso, y pudimos pasar una mañana entera en el Museo de Ciencias Naturales rodeados de dinosaurios, insectos raros y peligrosos y un montón de juegos interactivos para los niños.
Antes de llegar al museo estuvimos corriendo por el Parque del Cincuentenario, donde pudimos ver el eclipse de sol, los patos del estanque y una bonita vista del barrio europeo de Bruselas.
Como ya habíamos hecho un repaso por la gastronomía belga con tiempo, íbamos bien aleecionados y entonces no se nos olvidó probar los grofes, crepes, chocolates belgas ni los típicos cucuruchos de patatas fritas sentados en un banquito de algunas de sus muchas y preciosas plazas. ¡Tampoco faltaron los moules frites!
El sábado nos fuimos a pasar el día a Brujas, y aunque el día no acompañó en absoluto, nos encantó. Pudimos dar un paseo por sus canales ,comimos en una cervecería bastante bien, compramos chocolates de recuerdo y nos dejamos envolver por ese aire medieval y de cuenta que invade todo Brujas.
El viaje desde Bruselas es muy cómodo, hay un par de trenes a Brujas cada hora y se tarda algo más de una hora en llegar. Los billetes no son numerados, eso sí, y puede tocarte hacer el viaje de pie. Nosotros tuvimos suerte, menos mal. Merece la pena ir, es un ambiente muy diferente a la capital, es muy agradable el paseo por sus calles, sus canales, también hay la opción de dar una vuelta en carro de caballos.
Y ese fue nuestro primer viaje en familia en avión, y prometemos que será el primero de mucho, la experiencia para ellos fue muy positiva, les encantó y se adaptaron muy bien al ritmo allí, así que....
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